Tengo que echar por tierra una leyenda urbana: eso de que a partir de la semana 31 los movimientos se sienten menos porque el niño es más grande y tiene menos sitio para moverse... va a ser que no. Eso, o mi hija es una futura acróbata del "Circo del Sol" con complejo de pollo asado (prometo explicarlo más adelante). Resulta que se ha vuelto a poner de culo, para fastidiar, pero al menos ahora sé que ese bulto sospechoso que tengo cada mañana sobre el ombligo es la cabeza y no el culo, que ya es un paso. La cuestión es que no para quieta... nunca; antes la notaba cuando estaba tumbada en el sofá en estado de relax... pero ahora es a todas horas: comiendo, en el metro, mientras escribo esto, en la cama, en la ducha, mientras me echo crema... Y me encanta, no creáis que no, pero claro, depende del tipo de patada, codazo o cabezazo que dé, acabo pegando un bote (por el susto y la impresión) y soy todo un espectáculo. Y es que tiene que resultar impactante ver a una embaraza sentada en el metro, con sonrisa boba y pegando saltitos... de foto, vamos.
Y ahora es cuando explico lo del pollo asado, para que no penséis que me he vuelto (más) loca. Tiene que darse la vuelta porque nacer de culo es muy chungo, y aunque yo se lo digo una y otra vez (el tocólogo me dijo que eso era un asunto entre madre e hija), creo que la pobre está despistada y se equivoca de rotación. Vamos, que en vez de girarse para poner los pies donde tiene la cabeza y viceversa... se gira como los pollos asados en el horno, sino no me explico los movimientos salvajes que siento, casi siempre en el mismo sitio, y que hacen que parezca que la piel de la tripa se va a partir en dos y va a asomarse y saludar. Y es que esta niña mía tiene alma de minero... ¡qué rica!
Y ahora es cuando explico lo del pollo asado, para que no penséis que me he vuelto (más) loca. Tiene que darse la vuelta porque nacer de culo es muy chungo, y aunque yo se lo digo una y otra vez (el tocólogo me dijo que eso era un asunto entre madre e hija), creo que la pobre está despistada y se equivoca de rotación. Vamos, que en vez de girarse para poner los pies donde tiene la cabeza y viceversa... se gira como los pollos asados en el horno, sino no me explico los movimientos salvajes que siento, casi siempre en el mismo sitio, y que hacen que parezca que la piel de la tripa se va a partir en dos y va a asomarse y saludar. Y es que esta niña mía tiene alma de minero... ¡qué rica!